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Temor a debatir

11 noviembre, 2011 Deja un comentario

Dice Urbaneja -y dice con razón- que en los actuales debates políticos parece que ya
no se necesitan ni periodistas. Ni para floreros hemos quedado. Habla con razón
Urbaneja, insisto, porque en el debate -único- entre Rubalcaba y Rajoy la figura del
periodista era inexistente. Si la crónica la hubiera escrito Zorrilla, sería el
convidado de piedra. Y es curioso observar cómo nosotros, los periodistas,
hemos pasado de exigir debates a los políticos a ser floreros -obligados por el
poder de los de los jefes de campaña respectivos- y, a la postre, a negarnos
esos mismos debates entre nosotros mismos.

Hay quien parece confiar más en las modernas técnicas de storytelling -en mínima
escala, claro- que tan bien ha desnudado públicamente Christian Salmon y en las
que, en definitiva, lo que querríamos hacer de verdad es contar una historia,
pero dejando fuera lo real, y hacer pasar al destinatario del mensaje sólo por
nuestra interpretación del hecho. «Bueno», dirán algunos, «si
tan bien les fue a Obama y a Sarkozy, ¿por qué no a nosotros?». Y puede
que lleven razón, pero no deja de ser un gran cinismo.

No desdeño tal argumento, por muy cínico que se me presente, pero me pregunto como
periodista: ‘¡Hombre, si podemos exigir -como lo exigimos porque tenemos el
derecho y el deber de hacerlo- a los políticos que se enfrenten en debates y
expongan sus programas y traten de convencer frente al contrario, ¿qué fuerza
moral nos queda cuando nosotros mismos no damos ejemplo y en nuestras propias
elecciones salimos corriendo cuando nos hablan de debatir?’. Probablemente, ninguna
fuerza moral. Y es que, quizá, los periodistas no nos miramos a
nosotros mismos… y así nos va.

Decir que la democracia gana, se enriquece, con el debate es quizá no formular nada
más allá que una frase bonita. El problema es que a lo mejor ni creemos en la democracia,
o que creemos en una democracia de telemarketing y de storytelling. No seré
moralista y no combatiré esa idea –al menos aquí-, pero entonces no podemos
exigir a los demás lo que nosotros abiertamente rechazamos. Y no podremos pedir
tampoco más calidad democrática, más claridad expositiva, más transparecneia a ‘los otros’,
porque nosotros mismos habremos entrado en una especie de agujero de
antimateria. Ya ni para floreros hemos quedado.

Sí, para las elecciones del 30 noviembre en la Asociación de la Prensa de Madrid
pedimos un debate… y se nos niega. Pero, ¿de verdad que nadie quiere debatir?,
¿de verdad que nadie tiene nada que decir?, ¿tan huecos, vacíos, estamos?